domingo, 15 de febrero de 2015

Una serie de catastróficas desdichas de Mónica O

Tocados hasta en Carnaval
Lo de focalizar no va conmigo, después de hablaros de tendencias, cumplo mi amenaza, llevaba tiempo pensando en este título y al final no he podido resistirme. Empecé a escribir esto el lunes 9 de febrero, entrando en la semana de Carnaval para rematarla con San Valentín. No sé si es cosa mía o cada vez se celebra antes, pero es que hace un frío que pela y el mejor disfraz que se me ocurre es el de esquimal, la verdad. A poco y hacemos bote: juntamos todas las celebraciones en una y matamos tres pájaros de un tiro. Pero es lo que hay, y tengo que encontrar un disfraz de astronauta como sea. Y como una es como es, además se ofrece para ir al cole a contarles a los peques en qué consiste su profesión, o más bien una de ellas. Pues nada, tengo el sí fácil, ahora no vale lamentarse. Ya avisé en la entrada anterior que volvería por mis fueros, aquí estoy de nuevo con más peripecias, o catastróficas desdichas, qué valor. Ni he viajado últimamente, ni me han invitado al “frontrow” de ningún desfile ni…  qué carayo,  si no hemos salido ni a tomarnos una caña,lo más que hemos hecho ha sido irnos al Carrefour… los que llegáis hasta el final sois unos bendit@s, gracias.

Y es que soy fundamentalmente torpe, en serio, ahí va mi serie de catastróficas desdichas:
Resulta que estos días me acaban de aceptar en un grupo de Google+, y he vuelto a constatar que tengo problemas con las redes en general y con Twitter y el susodicho en particular. Con lo que renegué de Instagram… y ahora os digo que no, que con este par no puedo. No sóis vosotros, soy yo… Reconciliación imposible por mucho que venga San Valentín en persona a intentar solucionarlo. Me lo anoto en mi megalista de propósitos para este año.

Del acné de mayor no tengo la culpa, o eso quiero creer, aunque en mi fuero interno sé que mi dieta antimediterránea tiene gran culpa de ello.

Voy a recoger a Roque al cole: como soy un poco maniática con los bolsos, (también con ellos, sí…) no llevo ninguno y enumero el kit básico: botella de agua, porque mi hijo no tiene sed hasta que no sale por la puerta, da lo mismo que la tenga con su nombre delante de la nariz durante cinco horas, es así; algo de comer, tampoco siente hambre; móvil; cascos; llaves; pañuelos (me los llevaría a una isla desierta, no os digo más…); y guantes. Ésos son mis indispensables para la recogida, y claro, no cabe todo en los bolsillos. Ah, y a mayores muchos días la barra de pan. El “número” cuando sale corriendo hacia mí con la cazadora,  desabrochada en el mejor de los casos,  generalmente del revés, la capucha colgando de la cremallera, la chaqueta del chándal en la mano y la bolsa del almuerzo abierta y colgando es pequeño. Hinco la rodilla en el suelo e intento darle la vuelta a su cazadora mientras le pongo la chaqueta del chándal (obviamente también del revés), le doy la botella de agua y hago malabares para que no se me caigan mis preciadas posesiones. Lógicamente es imposible y termina todo por los suelos. He decidido no preocuparme demasiado, lo que no mata engorda han dicho toda la vida, y eso es verdad verdadera, os lo prometo, porque a mí me engorda todo.

Bajo al super con mi trenka forrada de borreguillo, genial para el frío polar que hace estos días, ¿verdad? y se me ocurre agacharme a coger no sé qué artículo que ni siquiera necesitaba pero noto algo raro, muy raro. Una mezcla de liberación y bochorno. Acaba de estallar mi cremallera, pero reventada con explosión incluida y metralla rebotando entre las cajas de fruta. Podía no haber nadie en el pasillo, a ver, estamos en un tranquilo pueblo cercano a Valladolid y sólo son las once de la mañana… no, desde luego, no podía. Pues nada, vuelta al chaquetón de paño, que con tanta camiseta interior apenas si me abrocha. Estoy hecha toda una it-woman, casi tengo la desfachatez de poner girl. Habráse visto, (tamaña desfachatez) ni para hacer una broma, vamos. A menudo me siento como una mezcla de Bridget Jones, Wilt y Pepe Viyuela, terrible. Esto me recuerda que necesito con urgencia un golpe de realidad que por cierto no tardará en llegar, porque aquí no tenemos otoño y mucho menos primavera. El invierno y el verano nos caen así, sin anestesia. El día menos pensado tendré que quitarme el abrigo y ahí empezará a mejorar mi acné senior… o eso o tendremos que mudarnos a Finlandia. Voluntad, qué gran virtud… y qué necesitada estoy de ella. Pero para volver a caber en la ropa de verano tengo que retornar a los brazos de mi nutricionista y peluquera favorita, sí, casi es una mujer del renacimiento…

Y por las mañanas tengo la costumbre de regarme con café. Ya, sé que ya no voy a dar el estirón precisamente, pero me aturullo con la taza, el móvil y el cigarro (que sí, que I ´m a terrible person) y la cosa es que sé que va a suceder, pero no soy capaz de evitarlo.

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