Tocados hasta en Carnaval |
Lo de focalizar no va conmigo, después de hablaros de
tendencias, cumplo mi amenaza, llevaba tiempo pensando en este título y al
final no he podido resistirme. Empecé a escribir esto el lunes 9 de febrero, entrando en la semana de Carnaval para rematarla con San Valentín. No sé si es cosa mía o
cada vez se celebra antes, pero es que hace un frío que pela y el mejor disfraz que se me ocurre es el de
esquimal, la verdad. A poco y hacemos bote: juntamos todas las celebraciones en
una y matamos tres pájaros de un tiro. Pero es lo que hay, y tengo que
encontrar un disfraz de astronauta como sea. Y como una es como
es, además se ofrece para ir al cole a contarles a los peques en qué consiste
su profesión, o más bien una de ellas. Pues nada, tengo el sí fácil, ahora no
vale lamentarse. Ya avisé en la entrada anterior que volvería por mis fueros, aquí
estoy de nuevo con más peripecias, o catastróficas desdichas, qué valor. Ni
he viajado últimamente, ni me han invitado al “frontrow” de ningún desfile ni… qué carayo,
si no hemos salido ni a tomarnos una caña,lo más que hemos hecho ha sido
irnos al Carrefour… los que llegáis
hasta el final sois unos bendit@s, gracias.
Y es que soy fundamentalmente torpe, en serio, ahí va mi serie de catastróficas desdichas:
Resulta que estos días me acaban de aceptar en un grupo de Google+, y he vuelto a constatar que
tengo problemas con las redes en general y con Twitter y el susodicho en particular. Con lo que renegué de Instagram… y ahora os digo que no, que
con este par no puedo. No sóis vosotros, soy yo… Reconciliación imposible por
mucho que venga San Valentín en
persona a intentar solucionarlo. Me lo anoto en mi megalista de propósitos para
este año.
Del acné de mayor
no tengo la culpa, o eso quiero creer, aunque en mi fuero interno sé que mi dieta antimediterránea tiene gran culpa
de ello.
Voy a recoger a Roque
al cole: como soy un poco
maniática con los bolsos, (también con ellos, sí…) no llevo ninguno y enumero
el kit básico: botella de agua, porque mi hijo no tiene sed hasta que no sale por
la puerta, da lo mismo que la tenga con su nombre delante de la nariz durante
cinco horas, es así; algo de comer,
tampoco siente hambre; móvil; cascos; llaves;
pañuelos (me los llevaría a una isla desierta, no os digo más…); y guantes. Ésos son mis indispensables
para la recogida, y claro, no cabe todo en los bolsillos. Ah, y a mayores
muchos días la barra de pan. El “número”
cuando sale corriendo hacia mí con la cazadora, desabrochada en el mejor de los casos, generalmente del revés, la capucha colgando
de la cremallera, la chaqueta del chándal en la mano y la bolsa del almuerzo
abierta y colgando es pequeño. Hinco la rodilla en el suelo e intento darle la
vuelta a su cazadora mientras le pongo la chaqueta del chándal (obviamente
también del revés), le doy la botella de agua y hago malabares para que no se
me caigan mis preciadas posesiones.
Lógicamente es imposible y termina todo por los suelos. He decidido no preocuparme
demasiado, lo que no mata engorda han
dicho toda la vida, y eso es verdad verdadera, os lo prometo, porque a mí me
engorda todo.
Bajo al super con
mi trenka forrada de borreguillo,
genial para el frío polar que hace estos días, ¿verdad? y se me ocurre agacharme
a coger no sé qué artículo que ni siquiera necesitaba pero noto algo raro, muy
raro. Una mezcla de liberación y bochorno. Acaba de estallar mi cremallera,
pero reventada con explosión incluida y metralla rebotando entre las cajas de
fruta. Podía no haber nadie en el pasillo, a ver, estamos en un tranquilo
pueblo cercano a Valladolid y sólo
son las once de la mañana… no, desde luego, no podía. Pues nada, vuelta al chaquetón de paño, que con tanta camiseta interior apenas si me abrocha.
Estoy hecha toda una it-woman, casi
tengo la desfachatez de poner girl.
Habráse visto, (tamaña desfachatez) ni para hacer una broma, vamos. A menudo me
siento como una mezcla de Bridget Jones,
Wilt y Pepe Viyuela, terrible. Esto me recuerda que necesito con urgencia
un golpe de realidad que por cierto
no tardará en llegar, porque aquí no tenemos otoño y mucho menos primavera. El invierno y el verano nos
caen así, sin anestesia. El día menos pensado tendré que quitarme el abrigo y
ahí empezará a mejorar mi acné senior… o eso o tendremos que mudarnos a
Finlandia. Voluntad, qué gran virtud… y qué necesitada estoy de ella. Pero para
volver a caber en la ropa de verano tengo que retornar a los brazos de mi
nutricionista y peluquera favorita, sí, casi es una mujer del renacimiento…
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